Olvidar no es malo, podemos afirmar que es necesario y beneficioso. Imaginemos que pudiéramos recordar cada minuto, cada detalle de nuestra existencia, cada error cometido por nosotros o por los que nos rodean. Seguramente sería insoportable y no resultaría efectivo cuando en algún momento quisiéramos recuperar una información concreta o construir una nueva relación.

En realidad, lo que nos preocupa es olvidar cosas que consideramos importantes y que nos resultan útiles para la vida diaria. No hay nada extraño en olvidar de manera ocasional fechas señaladas o cometer errores puntuales en actividades rutinarias. ¡Nos pasa a todos!

Hay diferentes teorías que explican por qué se produce el olvido:

Teoría del decaimiento.

Esta teoría afirma que cada vez que se aprende algo se crea un nuevo trazo amnésico que, si no se evoca ni es recreado durante mucho tiempo, se debilita y puede llegar a desaparecer, con la consecuente pérdida de información. Esto puede pasar, por ejemplo, cuando queremos hacer alguna operación matemática que nos resultaba fácil cuando éramos pequeños, el vocabulario de un idioma que casi nunca usamos o la capital de algún país.

Cuando hace mucho tiempo que no se recupera o no se practica una información, puede ser muy difícil, e incluso imposible, evocarla de una manera efectiva. Eso sí, si queremos volver a aprender esta información, como ya la adquirimos previamente, normalmente nos resultará más fácil que la primera vez.

Esta teoría tiene sus limitaciones, ya que también se ha demostrado que algunos conocimientos que no se han recordado durante mucho tiempo, pueden mantenerse estables a largo plazo, así como que hay que tomar en cuenta que existen factores externos como el estrés que pueden bloquear momentáneamente la mente.

La interferencia.

Esta teoría sugiere que algunas memorias compiten e interfieren entre sí. Cuando algunas informaciones son muy parecidas, es fácil que haya interferencias entre ellas y que se produzcan confusiones. Esto pasa cuando una información antigua que tenemos almacenada nos dificulta recordar datos más recientes, como cuando se aprende un idioma nuevo o se evocan palabras de otra lengua que se domina. En este caso se trata de una interferencia pro activa.

Asimismo, se produce interferencia cuando el registro de una información nueva interfiere en la capacidad para recordar una información que ya habíamos aprendido. Por ejemplo, cuando nos hemos familiarizado con el manejo de un nuevo modelo de teléfono móvil y un día necesitamos usar el antiguo, nos cuesta recordar cómo se utilizaba. Este es un ejemplo de interferencia retroactiva.

Olvido por falta de relevancia.

Es lo que ocurre cuando, en el momento de registrar información, no hemos prestado suficiente atención, bien porque algo nos ha distraído o porque la información que nos daban no nos interesaba o nos motivaba lo suficiente. Para que una información pueda registrarse adecuadamente, conviene asegurar que los sentidos y la atención estén bien activos.Típicamente es cuando solo estudiamos para un exámen pero no nos parece un conocimiento relevante y pasando este lo desechamos y no llega a formar parte de nuestra memoria a largo plazo.

El olvido motivado.

Otras veces, como mecanismo de defensa de manera consciente o inconsciente, participamos en el olvido de algunos acontecimientos de naturaleza traumática para evitar o minimizar el impacto emocional negativo que puedan tener.

Conclusión:

El olvido, puede formar parte del funcionamiento cotidiano normal.

Solo cuando los problemas de memoria suponen un cambio relevante respecto a cómo hemos estado siempre, o cuando interfieren en el desarrollo de las tareas cotidianas y no lo atribuimos a un momento de estrés o circunstancias pasajeras sería necesario pedir la opinión de un profesional.

Fuente: Fundación Pasqual Maragall el compartir y permitir la divulgación del contenido de sus artículos e investigación en favor de las personas con Alzheimer.

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